miércoles, 24 de abril de 2013

José Malanca




José Américo Malanca nació en Córdoba el 10 de diciembre de 1897, en el barrio de San Vicente, en el seno de una familia de inmigrantes italianos. Comenzó a pintar desde muy pequeño en el patio de su casa. Fue el maestro Alejandro Carbó quien le regaló sus primeras herramientas de trabajo: una caja de pinturas y una paleta que conservó hasta el fin de sus días.





Estudió en la Academia Provincial de Bellas Artes donde tuvo como profesores a Bignozzi, Caraffa y Cardeñosa, entre otros. En 1922 recibió el Tercer Premio en el Salón Nacional de Bellas Artes y entabló una amistad con uno de los padres de la pintura serrana: Fernando Fader.



 En 1923 ganó una beca otorgada por el gobierno provincial y viajó a estudiar a Italia y España, junto a los artistas, Francisco Vidal, Héctor Valazza y Antonio Pedone.  En Europa afinó su técnica y realizó una profusa formación cultural.







 De regreso en la Argentina, en 1926, obtuvo una beca de perfeccionamiento que le permitió viajar por toda América. Malanca quedó atrapado por la América precolombina y colonial, refulgente y sufrida. Algunos de los cuadros reflejan ese estadio: Quebrada azul (1927, Bolivia) y Plaza de las nazarenas (1930, Cuzco), entre otros. Las iglesias, las calles, la cordillera andina y el altiplano fueron los temas predominantes en su obra.











En 1949 comenzó a proyectar Las cuatro estaciones: una serie de cuadros en el que propuso un estudio de la luz de un mismo paisaje, según cada estación del año. Todos pintados en la quietud de su quinta, ubicada en La Estancita, a 15 kilómetros de Río Ceballos. Realizó exposiciones en: Nueva York, La Paz, Lima, Santiago de Chile, Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, La Plata y Rosario.

















En Julio de 1967 se marchó hacia Catamarca, en uno de sus tantos viajes para pintar. El 31 de julio de 1967 muere en el caserío riojano de Ángulos, en el silencio de un rancho criollo.





Fue uno de los mejores pos-impresionistas de nuestro país. Se puede visitar la casa del artista en la calle Juan Rodríguez 1337, del Barrio de San Vicente de la Ciudad de Córdoba.








viernes, 19 de abril de 2013

Octavio Pinto



 Sin duda, muy pocos conocen la trayectoria y la obra de Octavio Pinto, un pintor cordobés nacido en un pueblo del interior de esa provincia. Yo llegué a conocer, primero su nombre, ya que una avenida de mi barrio natal, lleva su nommbre, y no en vano se une esa arteria con otra que lleva el nombre de otro gran pintor cordobés : Emilio Caraffa. Luego mi curiosidad me llevó a conocer más sobre su vida y obra.



 Octavio Pinto nació en  Villa del Totoral, provincia de Córdoba, en 1890 y murió en Montevideo, Uruguay, en 1941. Pintor, crítico de arte, poeta, xilógrafo, abogado, inicia su carrera diplomática en 1928 con destinos en Japón, Brasil y por ultimo Uruguay donde fallece a los 51 años









Desde temprana edad mostró vocación por las artes plásticas; así en su ciudad natal inició estudios con Honorio Mossi, quien fuera maestro de Guillermo Butler. Joven inquieto y alerta también mostro aptitudes para la poesía y a la música.





 En 1916 fue becado por el gobierno de su provincia para perfeccionarse e España, entablando amistad con ortega y Gasset y con julio Noé. Fue pensionado por el gobierno español para pintar algunos sectores de la Cartuja del paular, residió algún tiempo en Mallorca. Pinto fue diplomático de carrera, y como tal viajo  por Europa África oriente y América.





Siempre atento a estos entornos, supo captarlos en acuarelas llenas de gracia y movimiento.













 Fue un dibujante de trazo seguro y colorista diestro a la hora de enfrentar el paisaje. Si hubiera que definirlo en un estilo, el de paisajista seria el que mejor le correspondería, ya que en ese género concreto obras correctas y objetivas, cuyo interés en particular era el de mostrar el impacto del paisaje local sobre el carácter nacional.








Pinto fue consecuente expositor en salones nacionales desde 1913, además de hacer sentir su presencia en el ambiente artístico a través de conferencias, ensayos y prólogos en catálogos de exhibiciones pictóricas. Así se refería a Pinto, en una nota de LA NACION fechada en 1925,el crítico José León Pagano: "De nuestros pintores, Pinto es el menos estudiado y el menos comprendido. Se le supone adormilado en una apatía provinciana, indiferente, remiso. Nada más erróneo. Este pintor letrado que parece mirar la vida con indolencia es un artista apasionado, fervoroso".







Octavio Pinto, fuera de su carrera diplomática, y a pesar de ella, merece verdaderamente el nombre de pintor porque es de aquellos a quienes rige ese imperativo. Ha producido con ardor coronado de éxito obras que traducen la grandeza de diversos y lejanos países y ellas han ido a enriquecer los museos de su país.







 Enriqueció su espíritu con viajes por el mundo, quedando en todas partes la impronta admirable de sus telas. Impresionaba con la serena belleza de sus figuras y de sus paisajes, dejando una obra de singular valor. No solamente en sus pinturas expresó su vitalidad creadora, sino también en sus dibujos y en páginas poéticas.

martes, 9 de abril de 2013

Eduardo Sívori

El máximo exponente del realismo pictórico argentino


En la Historia de la Pintura Argentina, la figura de Eduardo Sívori adquiere significativa trascendencia, no sólo por la jerarquía estética de su obra pictórica, sino también por haber sido uno de los organizadores de las actividades artísticas en el Buenos Aires del último cuarto del siglo XIX.



Eduardo Sívori
(Buenos Aires, 1847 - 1918)

Hijo de genoveses, ricos comerciantes y armadores de barcos, entra en contacto con la pintura en los museos de Europa, adonde lo habían llevado los negocios familiares. A su regreso, y contando ya veintisiete años, comienza su formación artística con Francesco Romero, Giuseppe Aguyari y Ernest Charton.
Junto a su hermano Alejandro, Eduardo Sívori es el gran impulsor de la creación de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes en 1876. En 1883 realiza varias colaboraciones artísticas en La Ilustración Argentina, publicación fundada por Pedro Bourel. Financiado por su familia, ese mismo año vuelve a Europa. Entusiasta del arte moderno francés, el destino que elige es París, donde frecuenta la Academia Colarossi y estudia con Raphaël Collin, Puvis de Chavannes y Jean-Paul Laurens, este último un maestro de gran prestigio entre los artistas hispanoamericanos residentes en la capital francesa. Tal como anuncia la prensa local, que más de una vez se ocupa de la trayectoria parisina de Sívori y de otros artistas nacionales, uno de sus dibujos es premiado en un concurso organizado por el periódico Le Fusain.
Desde París el artista envía colaboraciones a El Diario, al igual que lo hará un año más tarde su amigo Eduardo Schiaffino. En 1887 es admitido por primera vez en el Salón de París con “El despertar de la criada”, un desnudo naturalista que despierta comentarios dispares en la prensa francesa, aun cuando el solo hecho de resultar visible para ella –en la innumerable cantidad de obras enviadas al Salón– puede ser considerado un triunfo. La obra, que representa a una criada comenzando a vestirse en la exigua luz de la madrugada, es enviada a Buenos Aires para ser exhibida en el local de la Sociedad Estímulo, y aunque la prensa porteña la promociona como un “escándalo” ya desde dos meses antes de su arribo, genera numerosas adhesiones en el ámbito local. Éstas son recogidas en un álbum con más de doscientas firmas inaugurado por la Sociedad Estímulo de Bellas Artes para dejar testimonio del evento.
Sívori se hace nuevamente presente en el Salón de París en 1888 con La Mort d’un paysan y Sans famille; en 1889 con Dolce far niente y Femmes médécins; y en 1890 con Près du feu y Alouette de barrière (que es reproducida mediante un grabado en el catálogo y más tarde fragmentada por el propio autor). Participa de la Exposición Universal de 1889 y dos años más tarde vuelve a Buenos Aires, donde interviene en la muestra a beneficio organizada por la Sociedad de Nuestra Señora del Carmen en 1891. Por otra parte, forma parte del grupo de artistas e intelectuales que en 1892 fundan el Ateneo, de cuyo primer salón, organizado al siguiente año, oficia como jurado y expositor presentando seis obras. En 1894 Sívori expone en el segundo salón del Ateneo Coquetterie, Entre dos luces y Las guachitas, esta última una de las pocas obras vendidas de toda la exposición.
Eduardo Sívori ejerce la docencia durante muchos años. En 1905, siendo presidente de la Sociedad Estímulo, organiza la transferencia al Estado Nacional de la Escuela de Bellas Artes fundada en 1876 por aquella institución. La Escuela pasa a llamarse Academia Nacional de Bellas Artes, y Sívori es su primer vicedirector acompañando en la gestión a Ernesto de la Cárcova, que ocupa el cargo de director. Ambos renuncian en 1908, aunque Sívori se mantiene al frente de algunos cursos. Más tarde actúa como representante de la Comisión Nacional de Bellas Artes, dependiente del ente dedicado a organizar los festejos de los cien años de la Revolución de Mayo. Dicha comisión prepara la Exposición Internacional de Arte del Centenario, abierta al público en 1910.
Es un artista prolífico. Continúa pintando y enviando obras a los Salones Nacionales desde su fundación en 1911 hasta el mismo año de su muerte, ocurrida en 1918.



Técnica suelta, oficio vigoroso, Sívori sigue las pautas de la pintura francamente prosaica practicada por los naturalistas. Estos desdeñaban la imaginación y la intelectualidad de la cultura tradicional y, al tiempo que rechazaban sus modelos, rendían culto a la realidad tangible de la vida cotidiana, buscando nuevos personajes en los más bajos estratos sociales.



 Aplica generosos empastes de violentos efectos y colores tenebrosos, que crean armonías sordas dominadas por claroscuro semejante al de los lienzos de Caravaggio.


Después de esta primera etapa, al volver a Buenos Aires, y aunque había frecuentado también en París los talleres de los Impresionistas, no repite aquellas experiencias, sino que cambia su óptica, atraído por otros temas: pinta los retratos de sus familiares y amigos e, incluso, su propia imagen; dibuja y pinta escenas costumbristas y se dedica, con fina paleta y sensibilidad exquisita, a plasmar en sus telas el paisaje pampeano, logrando, al hacerlo, sus mayores éxitos.








"El despertar de la criada" 1887

Esta obra, fue realizada por Sívori especialmente para ser presentada en el Salón Anual de París de ese año. El protagonismo dedicado a la sirvienta –desnuda– provocó a la prensa parisina que criticó tanto el tema elegido como la manera en que el artista argentino presentaba a la protagonista. Con un cuerpo robusto, despeinada, las evidentes deformidades de su pie en primer plano, dando vuelta una media, la mujer es mostrada por el artista en el momento del despertar y a punto de colocarse su uniforme de trabajo que, ubicado en primer plano, refuerza el título de la obra. El interior del cuarto contiene unos pocos muebles: una mesita de luz de madera, la cama de hierro en la cual se sienta la mujer.
En París nadie criticó la manera en que Sívori había resuelto el desnudo (el cuerpo se consideraba bien dibujado e iluminado por una luz que llega desde la parte superior izquierda), pero este no era agradable de ver. El género del desnudo era indicador del buen oficio del pintor que lo llevaba a cabo: en las clases de dibujo se trabajaba con modelo vivo, analizando el cuerpo del modelo en distintas posturas, estudiando sus detalles anatómicos. Resolver de manera correcta el dibujo del cuerpo humano era fundamental en la producción de un artista.
Esta obra fue enviada por Sívori desde Francia como un informe de su trabajo, pero en Buenos Aires se la expuso en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, aunque en forma privada: solo con invitación especial se podía ingresar a la sala para poder observarla, dado que surgieron críticas porque lo realista del desnudo “ofendía” la moral de la sociedad local de fines de ese siglo. 

Pero, ¿qué diferenciaba esta obra de otras exhibidas en los museos? Los desnudos referidos a hazañas históricas o mitológicas, eran aprobados sin discusión, porque legitimaban acciones pasadas. El trabajo de Sívori que pareció instalar el escándalo en la sociedad porteña, tiene como protagonista a una mujer trabajadora a quien el autor le confiere el rol de criada con lo que podemos imaginarnos que el lugar donde está representada es una pequeña estancia donde poder conciliar el sueño luego de los trabajos del día. Por lo cual debe ser uno de los pocos momentos del día en que se encuentre en absoluta intimidad.

Podría decirse que el autor realza esta situación colocando a la mujer como eje central de la composición, como para que nada distraiga esta apreciación. El torso desnudo con sus pechos sin cubrir está iluminado por una luz que aparentemente entra por la ventana en las primeras horas del día. La ropa a sus pies indica su clase, la luz en su cofia tiene tanta sutileza y preciosismo que da la sensación que podemos tocar los lazos que caen al lado de la cama.

Los pies, los pies que tanto dieron que hablar, por ser toscos, grandes, descuidados, embellece la obra por la dignidad de la representación; el resto de la habitación que pareciera en penumbras envuelve la composición en colores tierras y sepias. Al costado de la mujer, una vela, que, según los investigadores en un primer momento estuvo pensada como un jarrón y fue desestimada para no distraer el protagonismo de la joven mujer.




lunes, 8 de abril de 2013

Francisco Vidal

Homenaje a un artista olvidado
Sin duda, Francisco Vidal es uno de los grandes artistas del Arte de los Argentinos. Dibujante y colorista sin igual, su obra ha trascendido sólo entre los especialistas de arte y es desconocida por el público en general.
 


Es un artista en el cual es necesario detenerse; ahondar, contemplar, hasta acariciar la piel de sus figuras. Hay ternura, serenidad y paz cuando los niños o los jóvenes son sus modelos. Hay sensualidad y romance cuando el sujeto es el desnudo.

                    
En todas sus obras, sus figuras están serenas, tranquilas, en situación de descanso y armónico recogimiento. Hay sencillez, solidez y ternura, uno de los valores fundamentales en la vida, y quizás uno de los más olvidados.



Francisco Vidal nació en Córdoba el 21 de julio de 1887. A los 14 años ingresara a la Academia de Bellas Artes, dirigida nada menos que por Emilio Caraffa, que será su maestro junto a Manuel Caldeñosa, allí se convertirá en auxiliar de cátedra. En 1924 y ya siendo participe de algunos Salones, ganara una beca de 3 años de perfeccionamiento en Europa. Se introducirá hacia el conocimiento de técnicas y sacara el mayor provecho de su estadía en el viejo mundo. Recorrerá España, Italia y Francia. Sin duda que su participación en Salones municipales, provinciales, nacionales e internacionales, como a si mismo una exposición que lograra realizar en Roma, consiguiendo el asombro de los espectadores, lo irán posicionando de forma tal que es inexcusable encontrarlo entre los grandes acontecimientos del arte de aquel entonces. No olvidemos aquí, que Francisco Vidal obtendrá la Medalla de Oro en el Salón Internacional de París de 1937 y solo un año después ganara el -Gran Salón Nacional de Arte, Premio adquisición Presidencia de La Nación. 






Por supuesto que su arte es puro academicismo, sin embargo tenemos que ser un tanto moderados al afirmarlo, porque su trabajo posee soltura, y espontaneidad, escapándose de lo impostado de las poses de sus personajes, que son tomados por asalto en una escena íntima, o interactuando una charla por demás natural. Por supuesto que Vidal forma parte de la afirmación de la pintura de Córdoba y por demás esta decir que sus logros no fueron cosa de unos días, había que realmente trabajar en aquel entonces hasta que los huesos del cuerpo se rompieran de cansancio. 


 


Será Director de la Academia Provincial de Bellas Artes de Córdoba desde 1931 hasta 1950, forjara discípulos, y admiradores hasta el punto de convertirse en una leyenda del arte, que absolutamente ni profesores, ni artistas, ni museólogos, especializados en arte los cuales son muy escasos, pueden ignorar. Quizá con el pasar de las décadas no hubo grandes divulgadores de su vasta obra y de su vida, sin embargo nos animamos a decir que si bien es cierta esa afirmación, le debemos el olvido de grandes artistas como Francisco Vidal a la tremenda campaña de descrédito hacia nuestra cultura, impulsada por nuestros propios gobiernos a través de la indiferencia suma, que perdura hasta el día de la fecha. 
 



Francisco Vidal falleció en febrero de 1980 con él desaparecía nada menos que el bosquejo ultimo de toda una época, donde el arte era mucho mas que dibujar y componer, mas que perspectiva, mas que anatomía, había espíritu, que el artista insuflaba en su obra a costa de perder su propio aliento, quizá después de haber esbozado estas líneas, se nos ocurre que no es en vano rendir aunque mas no sea a la distancia un homenaje a Francisco Vidal el nombre de otro de los genios del arte argentino. 
 

Su capacidad de representar los colores, las texturas, la luz, la composición, su profundo conocimiento del arte clásico incluyendo la preparación de los materiales, lo llevo desde su San Vicente en Córdoba a convertirse en uno de los artistas más importantes de su tiempo, que sin embargo, su fama creció solo dentro de los galeristas expertos e historiadores del arte argentino. 





Para muchos investigadores actuales su arte no ofrece nada del otro mundo, hasta se confunde su técnica con la de otros artistas europeos, y eso puede ser verdad, sin embargo cada una de sus obras son un laboratorio de conocimientos que difícilmente un artista actual podría superar. 
 
 
Plantearse escenas de extrema simpleza y después llevarlas como por encima del tejado, por lo aires, por los cielos y predisponer al espectador ante cualquiera de sus obras a un estado de levitación, contemplar sus trabajos es como estar del otro lado de un vidrio sin ser vistos por supuesto, donde se desarrolla una escena deslumbrante de época.
 

 

 

 



Fueron muchos años que Francisco Vidal desde su concepción de artista consumado brindo uno de los aportes mas excepcionales al arte Argentino. En nosotros queda revalorar su legado, difundirlo y conservarlo para las futuras generaciones.