José Américo Malanca nació en Córdoba el 10 de diciembre de 1897, en el barrio de San Vicente, en el seno de una familia de inmigrantes italianos. Comenzó a pintar desde muy pequeño en el patio de su casa. Fue el maestro Alejandro Carbó quien le regaló sus primeras herramientas de trabajo: una caja de pinturas y una paleta que conservó hasta el fin de sus días.
Estudió en la Academia Provincial de Bellas Artes donde tuvo
como profesores a Bignozzi, Caraffa y Cardeñosa, entre otros. En 1922 recibió
el Tercer Premio en el Salón Nacional de Bellas Artes y entabló una amistad con
uno de los padres de la pintura serrana: Fernando Fader.
En 1923 ganó una beca
otorgada por el gobierno provincial y viajó a estudiar a Italia y España, junto
a los artistas, Francisco Vidal, Héctor Valazza y Antonio Pedone. En Europa afinó su técnica y realizó una
profusa formación cultural.
De regreso en la
Argentina, en 1926, obtuvo una beca de perfeccionamiento que le permitió viajar
por toda América. Malanca quedó atrapado por la América precolombina y
colonial, refulgente y sufrida. Algunos de los cuadros reflejan ese estadio:
Quebrada azul (1927, Bolivia) y Plaza de las nazarenas (1930, Cuzco), entre
otros. Las iglesias, las calles, la cordillera andina y el altiplano fueron los
temas predominantes en su obra.
En 1949 comenzó a proyectar Las cuatro estaciones: una serie
de cuadros en el que propuso un estudio de la luz de un mismo paisaje, según
cada estación del año. Todos pintados en la quietud de su quinta, ubicada en La
Estancita, a 15 kilómetros de Río Ceballos. Realizó exposiciones en: Nueva
York, La Paz, Lima, Santiago de Chile, Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, La Plata
y Rosario.
En Julio de 1967 se marchó hacia Catamarca, en uno de sus
tantos viajes para pintar. El 31 de julio de 1967 muere en el caserío riojano
de Ángulos, en el silencio de un rancho criollo.
Fue uno de los mejores
pos-impresionistas de nuestro país. Se puede visitar la casa del artista en la
calle Juan Rodríguez 1337, del Barrio de San Vicente de la Ciudad de Córdoba.
Que disfrute... por Dios!!! Se me agolpaban los recuerdos y sentí que de pronto lo veía pintando en la quinta de La Estancita... ese lugar tan querido y que despierta en mí tantas añoranzas. Quiero acercarles mi admiracion y mi respeto hacia el artista, la familia y a ustedes... Los Malanca. Un abrazo cálido y fuerte de corazón a corazón. Martha Freytes de Vilanova.
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